El
manifiesto futurista es una de las aportaciones más importantes e interesantes
a este movimiento de Antonio Sant’Elia. En el manifiesto de la arquitectura
futurista, publicado en la revista Lacerba el 10 de agosto de 1914, Sant’Elia
pone de manifiesto que: “Después del siglo XVIII la arquitectura dejó de
existir.”
A partir de
este siglo empieza a descubrirse la belleza del cemento y el hierro que es
enmascarada con millones de florituras e incrustaciones decorativas que ni las
necesidades constructivas ni nuestro propio gusto justifican, y con la que los
jóvenes arquitectos italianos dan a conocer todo su esplendor, aprovechando la
ignorancia de los extranjeros, que clasifican estas obras de invenciones
geniales.
Con este manifiesto se hace especial énfasis en que se tomen en cuenta los principales fundamentos del movimiento futurista. En la necesidad de romper con toda la arquitectura y toda la obra anterior, adaptándose a los nuevos tiempos y creando una arquitectura verdaderamente moderna y apoyándose en los nuevos materiales que proporciona la industria.
El verdadero problema de la arquitectura futurista no es encontrar nuevas formas que sustituyan las columnas, los arcos, los bastidores de las puertas… etc. Sino conseguir, con la ayuda de todos los recursos que nos proporciona la ciencia y la técnica, crear una arquitectura cuya base sea satisfacer nuestras necesidades y cuyos valores estéticos estén en perfecta armonía con nuestra nueva sensibilidad. La arquitectura ha de ser tan nueva como nuevo es nuestro estado anímico.
De este modo Sant’Elia combate y desprecia toda aquella arquitectura frívola, encantadora, monumental. La arquitectura clásica hierática y solemne, además, de todos aquellos materiales pesados, macizos, anticuados y costosos. Además de las formas estáticas y opresivas que no tienen nada que ver con nuestro novísimo pensamiento.
Después de esta gran crítica proclama que la arquitectura futurista es la arquitectura del calculo, de la audacia temeraria y de la sencillez, y de todos aquellos materiales que permitan obtener el máximo de elasticidad y ligereza. Que la arquitectura moderna es síntesis y expresión y que las líneas oblicuas y elípticas tienen, por su propia naturaleza, tienen un poder emotivo mil veces mayor que las líneas rectas y horizontales.
Además, que todos los ornamentos decorativos son un absurdo y toda la decoración tiene que estar intrínsecamente relacionada con un el uso y disposición y valor en bruto del material. Y al igual que los antiguos encontraron inspiración en los objetos de la naturaleza, nosotros debemos buscar esa inspiración en los objetos del mundo mecánico y moderno que hemos creado Debemos convertir el mundo de las cosas en una proyección directa del mundo del espíritu.convertir el mundo de las cosas en una proyección directa del mundo del espíritu.
Sant’Elia concluye afirmando que las características de la arquitectura futurista serán la transitoriedad y la caducidad. Cada generación deberá construirse su propia ciudad. Con esta constante renovación se conseguirá que el futurismo triunfe, una victoria por la que luchamos sin descanso contra la adoración del pasado.
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