El texto
pertenece a la obra “Ensayo sobre la arquitectura” de Marc Laugier y se
desarrolló durante el periodo neoclásico de la arquitectura.
A la arquitectura le sucede como a todas y
cada una de las artes, sus principios, se sustentan en la naturaleza. Para demostrarlo
Laugier hace referencia al hombre
primitivo y a la necesidad de buscar un lugar ideal en el que refugiarse. De
esta manera se inventó la cabaña primitiva y su simplicidad cuyos principios se
basan en la imitación de los procesos naturales más sencillos.
Poco a poco
irá evolucionando y supliendo todas aquellas incomodidades que vayan surgiendo,
pero lo que está claro es que aquello que se acerca a esa cabaña primitiva, a
ese primer modelo, será lo que alcance finalmente perfección. Todos estamos de
acuerdo en que los troncos levantados verticalmente de la cabaña nos dan la
idea de columnas, las ramas horizontales que lo coronan el entablamento y las
inclinadas que forman el tejado los frontones.
A partir de aquí podemos diferenciar perfectamente
los elementos que se han introducido por necesidad, de los que se han introducido
por capricho. En esos órdenes arquitectónicos incorporados por capricho de
algunos a lo único que conseguiremos llegar será a las imperfecciones más
absolutas.
Aunque pueda parecer que esta pequeña cabaña
primitiva sea demasiado elemental y solo veamos columnas, un techo y un tejado,
si estos tres elementos se encuentran situados de la forma correcta llegaremos
a la belleza y la perfección. Prueba de ello es la Maison Carrée admirada por
su belleza ante todo tipo de público, la cual, está formada, por un rectángulo
en el que treinta columnas que sostienen un entablamento y un tejado, rematado
en cada uno de sus extremos, por un frontón. Simplemente eso, nada más.
Lo que la naturaleza nos ofrece, lo esencial,
debe permanecer siempre, el arte debe utilizar sus recursos para para embellecer, limar, pulir la obra, sin tocar en
nada el fondo del diseño.
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